La noche me encontró con la mirada perdida en el horizonte, con mi labio inferior atrapado entre los dientes y con el corazón latiendo a mil por hora.
En definitiva, anoche no fue una noche cualquiera. Por primera vez me sentí prisionera en mi propio mundo, sentí la necesidad de salir corriendo, dejarlo todo y empezar en algún lugar donde nadie me conociera.
Ahora sólo una palabra da vueltas por mi mente: viajar.
Me voy a conocer el mundo, me voy a respirar lugares llenos de aromas desconocidos, me voy a escuchar nuevas melodías con los ojos cerrados y el corazón abierto... me voy.